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Qué, quién, cuándo, cómo, dónde, por qué, para qué

El título de esta entrada no quiere sugerir las clásicas preguntas que debe responder un periodista al momento de reportar un hecho, aunque las incluye. En realidad pretende airear las interrogantes que todo ser humano debe hacerse cuando toma conciencia y decide andar el camino espiritual desde el aquí y el ahora, desde la vida presente y el papel que le toca jugar como ente individual y como parte de un colectivo llamado Humanidad.


Han sido precisamente las dudas en torno a estas respuestas o la apatía a formulárnoslas las que marcan los hitos relacionados con el dominio del hombre sobre hombre o, como prefiero decir para evitar sexismos, del ser humano sobre el ser humano a lo largo de la historia y los días presentes, pues los más avezados fueron quienes vieron y siguen viendo en esto un caldo de cultivo para crear imperios y emporios económicos y de poder, políticos y religiosos, dirigiendo el camino de los muchos que se han visto atrapados en sus redes, volviéndoles marionetas a las que se les prohibió pensar, cuestionar o disentir.


La libertad, sin embargo, es uno de los derechos inherentes a la condición humana y en ella va la potestad de vivir de acuerdo a lo que se cree, siempre presente el respeto a lo que cada cultura defiende como moral, lo mismo que a los sentimientos e integridad de los demás, pues no vivimos aislados sino dentro de una sociedad.


Es así cómo todo lo que pensamos, decimos y sentimos tiene incidencia en el medio al que pertenecemos y el inmediato es la familia. Ese mismo principio se aplica a los efectos en el ser espiritual, esa parte importante del Yo que nos define y al que le sirve el cuerpo material exclusivamente como vehículo para interactuar en este plano y experimentar vivencias que nos van moldeando.


Si somos sabios, esas experiencias habrán de servirnos para despertar, crecer y mejorar al menos un poco cada día. La tarea no es fácil. Los sucesos y personas externos están constantemente ejerciendo presión en nosotros mismos y si no nos hemos formulado las preguntas que titulan este escrito y mucho menos contestado, es posible que seamos tan porosos y absorbentes como para dejarnos permear por ese exterior que irá nublando toda la verdad que reside en el interior de cada cual.


Entonces estaremos en riesgo de hacer que el tiempo se diluya en lugar de aprovecharlo para descubrirnos, para detectar toda la información que traemos en la memoria atemporal, cual archivo que crece con cada vida; no la cerebral, sino la que está impreganda en cada punto de luz que define nuestra esencia, la que nunca muere ni cambia, la que vuelve a ocupar un cuerpo distinto cada vez que volvemos al plano material. En ella, que es parte del Uno, del Todo, de Dios, están todas las respuestas y el conocimiento. Lo doy como testimonio.

Kiwi popsicle

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